Hoy: Nicolás Ferraro
Es escritor y descubrió la literatura negra gracias al videojuego Max Payne. Escribió las novelas Dogo (2016), Cruz (2017), El cielo que nos queda (2019) y Ámbar (2021).
Un libro que amabas en tu adolescencia
Yo no leía en mi adolescencia; leer me parecía casi como un castigo, una penitencia. Sí leía bastantes historietas, porque me gustaba dibujar, y especialmente me encantaban las de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena, que para mí son como una especie de tándem Scorsese-De Niro.
Empecé a leer a los 25 gracias a un videojuego que tenía mucha carga narrativa y que mencionaba al padre de la novela negra: Raymond Chandler. Empecé por las bases, entre él y Dashiel Hammett, y después, gracias a recomendaciones de libreros del Parque Rivadavia y el Parque Centenario, llegué a otras lecturas.
Un libro que releíste muchas veces
Galveston, de Nic Pizzolatto, pero no porque me haya gustado particularmente. El autor es el creador de la serie True Detective y este es un libro que releo de vez en cuando porque siempre siento que está a punto de pasar algo genial y no termina de explotar. Hay algo que está coqueteando con el pasito hacia la genialidad y en cada lectura intento alcanzarlo, pero no termino de conseguirlo. Lo releo porque a veces pienso que es una experiencia que me falta a mí, me pregunto de qué me perdí o qué no estoy viendo, quiero encontrar la pieza faltante que me permita comprender el texto.

Un clásico
Uno podría pensar en Borges, Bioy, Ocampo, Pizarnik, los que todos conocemos… Pero no tengo una relación tan frecuente con ese tipo de literatura. Puedo nombrar un clásico de culto o un clásico oculto, como Noches sin lunas ni soles, de Rubén Tizziani. Es de 1975 y fue una de las primeras obras de género negro en Argentina. Él trajo ese género que siempre pasaba en Los Ángeles o Chicago e hizo una novela de policías y ladrones. Lo que la mantiene viva hoy es el argot, porque puso a los personajes a caminar por el adoquín y a hablar el lenguaje de la calle. Ese lenguaje envejece muy rápido y encadena la obra a un determinado período, pero el libro supo tener diferentes revisiones, una película y creo que es un clásico que muchos de los que escribimos género negro tenemos en el altar. Fue lo que habilitó a pensar el espacio de Buenos Aires como un lugar donde podían pasar estas historias.
Un libro que te gustaría haber escrito
Podría decir otro mañana, pero hoy mencionaría Dead Boys, de Richard Lange, que no está traducido al español. Son cuentos que tienen que ver con la desolación, con el hecho de no poder encontrar un lugar. Está ambientado en Los Angeles, San Diego y esa zona que suele ser glamurosa, pero estos relatos muestran el lado B, la marginalidad extrema y el trauma. No podría hacer ese tipo de cuentos porque no tengo la capacidad de narrar en corto aliento.
Un libro para llorar
Una historieta: Scalped. Para venderlo, dicen que es como The Wire en una reserva indígena. Es un cómic que trata sobre un tipo que cuenta todos los problemas enormes que tienen los pueblos originarios en territorios donde la policía no puede entrar. En el tomo tres, el agente tiene que investigar el caso de una mujer a la que mataron y al mismo tiempo sufre la pérdida de su madre, que fue asesinada. El contrapunto que hacen las dos historias genera un embudo emocional tremendo.
Además, la historieta apela mucho al silencio. Es muy curioso porque, de hecho, comentaban que en varias partes habían escrito globos de diálogos y cartuchos de texto y luego decidieron sacarlos porque la sola imagen ya alcanzaba para transmitir eso a lo que la palabra le quitaba peso.
Un libro que todos deberían leer
Tendría que ser una que sepamos todos… Podría decir Los árboles caídos también son el bosque, de Alejandra Kamiya. Más allá del orientalismo o del grado de exposición que tuvo la autora, sabe tocar diferentes fibras con las que todos podemos sentirnos identificados. Son historias universales y de fácil acceso a la hora de entrar, pero el punto de salida deja un impacto en el lector. Hay un gran manejo del lenguaje, pero sin ser sofisticado, aburrido o pretencioso.
Un libro que te gustaría volver a leer por primera vez
Cuando termino de leer los libros, generalmente me los olvido. Puedo recordar que estuvo buenísima la lectura, pero no sé de qué trata exactamente. Y a veces cuando vuelvo a buscar algo puntual a un libro, eso ya no existe más, porque uno quiere volver no a la historia, sino a sentir una sorpresa. En ese sentido, diría Ladrón de Cadáveres, de Patrícia Melo.
Un libro que haya cambiado tu forma de pensar u opinión sobre algún tema
Cuando uno empieza a escribir, los diálogos parecen lo más complicado. Uno trata de esquivarlos, son como el enemigo: las falencias del escritor se notan muy fácilmente ahí, entonces se usan solo para pasar información. El libro Los amigos de Eddie Coyle, de George V. Higgins, me hizo comprender que el diálogo puede convertirse en una herramienta de empatía.
En esta novela los personajes se la pasan hablando sobre cualquier cosa. Son matones de medio pelo que van a robar un banco, pero en el auto hablan sobre la pizzería donde cenaron la noche anterior. Es netamente tarantinesco en algún punto. Y eso me hizo entender que el diálogo es la instancia más cercana con los lectores porque se encuentran con los personajes en su propia voz, no hay mediación de un narrador. Tomar ese recurso fue liberador y tentador a la vez, aunque es un poco: “No lo intenten en sus libros”.
Un autor argentino
Mariana Travacio. Me parece que tiene una voz demasiado propia y una gran contundencia en lo que narra. Sus textos son muy concisos y con cierta poética de la violencia, lo que me parece admirable. Transmite una desolación abrumadora. Cuando la leo, digo “qué guacha”, y al mismo tiempo me sorprende el andamiaje de historias que ha podido escribir.
Un autor que debería ganar el premio Nobel de Literatura
James Sallis. Es un escritor de género, mayormente, pero sabe hacer lo que hacen los autores que trascienden más allá de las obras: juega con un pie en el género y un pie fuera del género. Tiene algo que lo vuelve más universal y lo saca del vicio de la novela de género, aunque lo use como punto de partida. El autor va hacia lo cotidiano y tiene una capacidad increíble de contar historias que tocan una fibra. A veces queda en un territorio de nadie, porque los lectores de género se preguntan por qué no el detective no resolvió el caso y otros lectores no quieren leer una novela de género. Pero para mí demuestra que se pueden lograr obras maestras donde ambos mundos convivan.
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