Hoy: Silvina Giaganti
Es escritora y poeta. Estudió Filosofía y publicó los libros Tarda en apagarse y Donde brilla el tibio sol.
Un libro que amabas en tu adolescencia
Se me ocurre responder un poco elusivamente porque no podría quedarme con un solo libro, sino con un pasaje vital que va desde los 15 a los 19 años y me hizo madurar como lectora. Puedo señalar autores o corrientes literarias: primero, fue el salto de Alejandra Pizarnik. Si debiera quedarme con un libro de ella, el que más me shockeó fue La condesa sangrienta. Inmediatamente después, hago un pasaje de su obra a los autores rusos, sobre todo Fiódor Dostoyevski. Y de los rusos me voy a casi lo opuesto (en cuanto a despliegue y extensión de narrativa), que son los autores norteamericanos. Ahí se me forma una especie de “yo maduro” en la lectura que después tomó miles de caminos.
Un libro que releíste muchas veces
Regreso a Reims, de Didier Eribon. Él es un sociólogo francés, discípulo de Pierre Bourdieu. En mi adolescencia tardía, yo había leído un libro suyo que me había partido la cabeza: Identidades: Reflexiones sobre la cuestión gay. Veinte años después, durante la pandemia, compré este otro título, que mucha gente que me conocía me había recomendado y me había dicho: “Es para vos”. Pero una sola lectura no fue suficiente.
Este libro es, de alguna manera, la contracara del primero que leí del autor. No es una respuesta, pero articula con el otro. Si bien Eribon es sociólogo, este es un libro autobiográfico sobre el regreso al pueblo donde él nació y se crió. En Reflexiones sobre la cuestión gay, el autor hablaba sobre cómo la subjetividad de un gay está sometida a la sociedad. Salir del clóset sexual es, un poco, exponerse a la hostilidad del mundo, es una vergüenza que hay que asumir. Y en Regreso a Reims, él, cuyo origen era de las clases bajas de la sociedad,se pregunta: “¿Cómo no me di cuenta de que para salir de mi clóset sexual e irme a París a realizar mis estudios superiores y codearme con gente más parecida a mí me metí en otro clóset, que es el de clase, para disimular todo lo que yo no era, para parecer más intelectual, para adquirir roce social?”.
Esa vuelta me volvió loca, porque me sentí muy identificada. Y así como en la adolescencia fui nombrada por autores, después de mucho tiempo volví a sentir que esto “me hablaba a mí”. Me pareció impresionante, porque a veces una tiene instituciones, pero no las tiene formadas. Y que venga alguien a desplegar eso en la escritura ayuda a entender que esa intuición que tuviste no estaba errada. Así que lo leo y lo releo porque siento que siempre me queda algo por entender: por ahora no puedo agotar el libro.

Un clásico
La Ilíada, de Homero. No es un cliché total, pero sí intelectual. Yo estudié Filosofía y tuve la suerte de leerlo en Nivel II de Griego. Fue una lectura guiada y técnica, porque a la vez que leíamos, aprendíamos griego antiguo. Tenía todo el libro fichado, con descripciones, terminología, personajes, sucesión de eventos…
Un libro que te gustaría haber escrito
El periodista deportivo, de Richard Ford. Él es un autor norteamericano que fue muy amigote de Raymond Carver, John Cheever y Tobias Wolff, un grupo de escritores estadounidenses que a cierto grupo literario argentino gusta. Pero a diferencia de Carver, que es un autor contenido, Ford es más expansivo.
El periodista deportivo es el primer libro de una tetralogía sobre el personaje de Frank Bascombe. No sé qué momento de mi vida estaba atravesando cuando leí esta novela, pero me impactó muchísimo. La primera escena me tomó totalmente: él es un periodista deportivo y está yendo al cementerio a visitar la tumba de su hijo, que murió de niño. Esa descripción me generó una sensación de recogimiento o profunda seriedad ante las cosas, como cuando entro en una iglesia.
Un libro para llorar
En pandemia, navegando un poco, doy con un libro llamado Sita, de Kate Millett, una autora feminista muy relevante. Es un libro autobiográfico que narra una relación bastante atormentada que ella mantuvo con una pareja mujer durante el año en que la iba a visitar desde Nueva York a California. Es como un tornado; es un libro desesperante, muy abrumador.
Pero el libro que me hace llorar es el que le sigue, que está articulado con el primero: Elegía para Sita. Es una serie de poemas mezclados con dibujos de Kate Millet en los que ella despide a Sita porque terminó matándose. Por lo general, la literatura ecualiza mi ánimo, pero este libro me desarmó.
Un libro que todos deberían leer
Voy a aprovechar para recomendar a una autora más que un libro: una ensayista inglesa joven que se llama Olivia Laing. Fue un descubrimiento muy casual: yo estaba en una librería y encontré un ejemplar de un libro que se llama El viaje a Echo Spring, como de 700 páginas. No la conocía a ella ni sabía lo que era Echo Spring, pero en la tapa había una recomendación de Nick Cave y en la contratapa vi que era un ensayo sobre el alcoholismo y la escritura. Lo leí y enloquecí, sobre todo porque no es un tema que me interese particularmente, pero es increíble la investigación que ella hizo. Analiza el caso de seis autores: F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Tennessee Williams, John Berryman, John Cheever y Raymond Carver. Desde entonces, es una autora que devoro.

Un libro que te gustaría volver a leer por primera vez
En el género de la novela gráfica, hay una autora norteamericana llamada Alison Bechdel que dibuja y escribe. Me gustaría volver a leer por primera vez su primera novela, Fan Home, una tragicomedia sobre una familia de Estados Unidos que tiene una casa funeraria. En el libro, Bechdel hace una reconstrucción de su autobiografía, cuenta su infancia y adolescencia, la exploración de su sexualidad (porque es lesbiana) y también el descubrimiento un secreto familiar, que es que su padre, que murió trágicamente atropellado, era gay.
Un libro que haya cambiado tu forma de pensar u opinión sobre algún tema
Eros el dulce-amargo, de Anne Carson. Creo que es el primer libro que se publicó de ella en Argentina. Yo no la conocía, pero me llamó la atención el título. Es la tematización de la concepción del amor y el deseo en la antigüedad clásica, que fue su tema de tesis. No sé si el libro cambió mi forma de pensar, pero hizo algo muy parecido: ratificó ciertas intuiciones.
El ensayo no se queda en la antigüedad, sino que avanza en el tiempo y cita a filósofos y escritores del siglo XX, donde se ratifica esa noción del amor que está descrita en el título. Los griegos tenían este término, Gluku-pikron, que significa dulce amargo, todo en una misma palabra. Ese es el atributo que le adjudica por ejemplo Safo al amor. Y yo suscribo a esa idea del amor como una especie de mezcla: nunca es completamente gratificante. Incluso estando en un buen momento, tiene una cuota de falta permanente, que está dada por el término amargo. Es un concepto que va bastante en contra de algunas ideas oficiales de la contemporaneidad, donde se pide que el amor sea algo manso y que no contenga cierta dosis de padecimiento.
Un autor argentino
Manuel Puig. Leo literatura argentina, pero no estoy del lado de postular a los escritores presuntamente serios del panteón nacional; me gusta más Puig. En algún momento se lo habrá desestimado y se lo habrá considerado un autor menor por esa mezcla de géneros que hace (del drama con lo cómico) o quizás por los temas o el contenido de su literatura, que tiene una impronta muy de telenovela en su escritura, pero a mí me encanta.
Un autor que debería ganar el premio Nobel de Literatura
Más que nada para que no quede fuera de esta lista de autores importantes para mí, voy a mencionar a Julian Barnes. No lo leo hace tanto, lo habré leído por primera vez hace 4 ó 5 años, pero es un escritor del que leas el libro que leas, es como esos equipos que siempre andan bien, siempre son candidatos.
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