Hoy: Sebastián Porrini
Es Profesor en Letras y Magíster en Ciencias del Lenguaje. Además de trabajar como docente, publicó varios libros sobre su especialidad, como El sacrificio del héroe, Los otros: la metafísica operativa en los siglos XX y XXI y Mientras los héroes están en escena, entre otros. También dicta talleres en la Asociación de Estudios Humanísticos y co-conduce el ciclo La última página en el canal de YouTube de la academia.
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Un libro con el que te enamoraste de la literatura
Era muy chico cuando leí La isla del fin del mundo, de Julio Verne, y algo debe haber quedado, evidentemente, porque le tengo un enorme cariño. Me acuerdo que era una edición gigante y fue el primer libro ‘en serio’ que leí. Me abrió mil posibilidades, como es Julio Verne. Siempre me resultó muy interesante lo exótico y me llamaba mucho la atención esa sociedad aislada, perdida, que no quiere tener contacto con el mundo exterior porque es anárquica.
Un clásico
El primero que me surgió es Divina comedia, de Dante Alighieri. La he leído miles de veces, me dedico a su estudio, y lo más interesante es que, como todo clásico, uno encuentra algo nuevo cada vez que vuelve. En la escuela, la leemos juntos con los chicos y encuentro un enorme descubrimiento por parte de los jóvenes, lo cual a veces me permite a mí también descubrir otras cosas.
Un libro de no ficción
Fedón, de Platón. Me parece uno de los grandes textos no solo de Filosofía, sino de enseñanza de vida. En este libro está la muerte de Sócrates y la forma como la narra Platón, por boca de Critón, es maravillosa. Condensa todo el dolor de este hombre que va a perder a su gran maestro y que se va a pasar la vida recordando eso. Platón murió a los 80 años, pero conoció a Sócrates a los 20 y al poco tiempo lo mataron, así que se puede decir que pasó 50 años de su vida intentando recuperar ese poco tiempo que tuvo a su maestro a su lado. A los seres humanos nos pasan esas cosas: los recuerdos de algunos maestros que tuvimos están siempre presentes.
Un libro que te gustaría haber escrito
Voy a nombrar dos: Ceremonia secreta, de Marco Denevi, y El sueño de los héroes, de Adolfo Bioy Casares. Me parecen dos novelas colosales. Creo que son textos fundamentales de la literatura argentina, condensados, bien programados y muy exactamente trabajados desde el punto de vista de lo ficcional. Son dos grandes escritores.
El último libro que te voló la cabeza
Lontano, de un autor argentino contemporáneo que se llama Gustavo Rimoldi. Es una novela en la que hay un narrador muy particular que se ubica en el siglo XIX argentino y entronca con toda la tradición gauchesca, la pérdida de algo y la búsqueda de algo. Ocurre por medio de un médico italiano muy notable que viene a ejercitar una especie de psiquiatría a una mujer de la clase alta inglesa del campo argentino, que está enferma psicológicamente y está casada con un hombre que tiene todas las características para que lo odiemos inmediatamente.
De los autores contemporáneos, por otro lado, yo creo que Cristian Acevedo es una de las grandes voces de la narrativa argentina. Es uno de los que más me conmueven, porque sus novelas son muy distintas unas de otras. También mencionaría a Samanta Schweblin, que me parece la gran cuentista argentina. Lo digo con todo cariño, pero le tengo una enorme envidia.
Un libro que te gustaría volver a leer por primera vez
El hombre que fue jueves, de G. K. Chesterton. Me parece que es inabordable. Lo que él hizo en ese momento es una cosa absolutamente innovadora, porque el libro es casi una novela policial de carácter metafísico, pero a la vez una parábola y un texto teológico y político, todo al mismo tiempo, con una historia que por momentos parece absurda, pero está narrada de una manera colosal, con una maestría total.
Un libro que regalás o recomendás siempre
Ficciones, de Jorge Luis Borges. Me parece que hay en él una serie de trampas espectaculares. Después de leerlo muchas veces, he llegado a la conclusión de que en realidad no es un libro de cuentos, sino que es una novela con distintos enfoques -de hecho, se repiten personajes y frases-, que me hace pensar que fue un gran juego de Borges para decir: yo no sé escribir una novela, pero les regalo esto.
Con mis alumnos, yo leo mucho los clásicos. Los jóvenes juzgan de una manera brillante cuando no tienen una impronta de otro adulto. Aunque parezca mentira, uno de los grandes éxitos de la literatura entre adolescentes es La vida de Lazarillo de Tormes -o será que yo le pongo mucha inflexión-. Pero cuando encuentro a alguno que es un gran lector, lo invito a un Cortázar o un Borges o a algún contemporáneo. También suelo leer con ellos Distancia de rescate o alguno de los cuentos de Samanta Schweblin, Elvira Orphée, Silvina Ocampo, Manuel Mujica Láinez o Adolfo Bioy Casares.

Un libro que haya cambiado tu forma de pensar u opinión sobre algún tema
La literatura y los dioses, de Roberto Calasso. Cuando lo leí, yo tenía toda una formación en torno a la literatura y la trascendencia, pero Calasso me hizo volver a mirar el siglo XIX de otra manera. Ese texto dice que hay 100 años en la literatura en los que se produjo una reacción muy notable contra el mundo moderno. Ese período va desde 1798, cuando aparece la revista Athenaeum en Alemania, hasta la muerte de Stéphane Mallarmé, en 1898. Él dice que en esos 100 años aparecen una serie de autores entre los que están San Charles Baudelaire, San Arthur Rimbaud y San Edgar Allan Poe -que, como verás, para mí son todos santos-, que llevan adelante una transformación notable en torno a la presencia de lo divino en la literatura: así sean los mayores blasfemos para mucha crítica, son los más grandes visionarios de la literatura trascendental, contra todo modelo kantiano.
Yo veía en estos autores una chispa de algo, pero no de la manera en la que los une Calasso. Él tiene un estilo ensayístico que es único, porque forma una especie de fuerza centrípeta que va dando vueltas alrededor de un tema y lo va ampliando y ampliando y ampliando… Uno se pregunta hacia dónde va, y él termina en una conclusión brillante que revela que tiene muy trabajados los textos. No hace un comentario y sigue con otro tema, sino que 20 páginas después vuelve. Tiene que tener una cabeza enorme para hacer eso.
Un eterno pendiente
Esta es fácil: El hombre sin atributos, de Robert Musil. No es por su extensión: si bien es una novela monstruo, que además está inconclusa, eso no me asusta… he leído dos veces En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Lo que me ocurre con El hombre sin atributos es que, aunque he leído fragmentos, nunca termino de empezar. ¿Por qué? Primero, creo que tiene que ver con que sé que está inconclusa, y me da una terrible pena saber que eso no llegó a ser lo que él quería que fuera. Y en segundo lugar, está el hecho de que todo aquello que narra el imperio perdido me produce una enorme nostalgia. Me pasa con textos de Philip Roth y Stefan Zweig también, por ejemplo. De hecho, acá atrás, en mi biblioteca, tengo al emperador Francisco José I de Austria.
Un libro que releíste muchas veces
Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. Es inabarcable. Cada vez que lo leo, me vuelve a asombrar de una manera tan llamativa que digo… es una genialidad, sin lugar a dudas. Hay partes que sé de memoria.
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