Hoy: Cecilia Fanti
Es escritora y fundadora de la librería Céspedes. Publicó La chica del milagro y A esta hora de la noche.
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Un libro con el que te enamoraste de la literatura
Franny y Zooey, de J. D. Salinger. Me lo regaló un amigo a los 16 años como cuando alguien te regala un tesoro. Me dijo: “Este libro me encanta y creo que te va a gustar mucho”. Es el libro que al día de hoy sigo eligiendo, que releo cada tanto. Después obviamente vino Rayuela, de Julio Cortázar, pero eso fue envejeciendo, se quedó más en ese lugar muy incipiente de descubrir algo que hasta ese momento permanecía más difuso; Salinger fue, en cambio, quien verdaderamente me hizo entrar en la literatura y tomar todas las decisiones que tomé después.
Un clásico
Para mí, el clásico más clásico de todos es Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento. La primera vez que lo leí, estudiando en Puan, descubrí una manera de hacer literatura que ahora vemos en los formatos de no ficción literaria, novela histórica, de literatura con su costado de intervención política. Es un libro por momentos muy sesudo, pero por otros un relato de aventuras muy apasionante y lleno de traiciones, juicios y análisis sociológicos que pintan la sociedad de una época. Y empieza de una manera muy épica, con una gran evocación a la tragedia griega.
Pienso que hay algo de la lectura del Facundo que incluso hoy se me presenta apasionante y esclarecedor. Siento que sentó las bases para cierto tipo de narrativa alucinada y para pensar algo que es muy propio de la literatura y la crítica argentina, que tiene que ver con cruzar literatura y política. Muchas veces digo: “Qué guacho, ¿cómo pudo escribir este libro?”. Ricardo Piglia observa la ficción no existía en ese momento como tal: era un entretenimiento medio zonzo. Sarmiento era un político que escribía y, en definitiva, se mandó un novelón. Yo creo que hoy sería leído como un gran best-seller.
Un libro de no ficción
Una historia sencilla, de Leila Guerriero. Quizás el libro que más veces mencioné en mi vida en ese sentido es El adversario, de Emmanuel Carrère, pero Una historia sencilla tiene un componente épico increíblemente logrado para un libro de no ficción. También está peleado con La invención de la naturaleza, de Andrea Wulf, que es la biografía de Alexander von Humboldt. Es un libro hermosísimo que narra la inauguración de una nueva forma de ver el mundo y la naturaleza, mientras que Una historia sencilla es la historia, de alguna manera, de Ícaro: son estos semi-dioses que salen a escena y que en el momento que tocan el cielo, descienden a los infiernos inmediatamente.
Un libro que te gustaría haber escrito
El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. Cuando lo leí por primera vez, descubrí una manera de hacer literatura muy personal, atravesada por el dolor. Tiene mucho que ver con una búsqueda que yo misma estaba haciendo y que, en definitiva, terminó llevándome a escribir La chica del milagro.
Lo que me parece fascinante es que ella resume la trama entera del libro en la primera línea, que es el reconocimiento de que la vida puede cambiar en un segundo y de que las cosas tal como las conocías desaparecen. A partir de ahí, Didion retrata y se detiene en ese período de tiempo en el cual las cosas cambiaron para siempre y por lo tanto tuvo que aprender un código nuevo. Al día de hoy, lo tomo como un libro modelo.
El último libro que te voló la cabeza
Fortuna, de Hernán Díaz. Lo que verdaderamente me tuvo en vilo toda la novela es el engranaje que logra con estas partes que se van uniendo y desmintiendo y haciendo progresar la historia. Cuando empezás a leer, sentís que estás dentro de una novela de Henry James medio gótica, pero seguís avanzando y el libro se convierte en una suerte de borrador, y así… Me pareció un artefacto perfecto. El autor se apropia de géneros muy populares en Estados Unidos y logra algo muy distinto y atrapante a partir de la unión de diferentes elementos.
Un libro que te gustaría volver a leer por primera vez
Claus y Lucas, de Agota Kristof, porque el efecto de lectura no es el mismo una vez que ya lo leíste. Esto lo digo porque me pasó: lo releí y lo disfruté muchísimo, pero no es igual. Hay algo que se agota en la primera lectura, y que es muy único cuando pasa. Por eso envidio mucho a la gente que no lo leyó todavía. Igualmente, releerlo es interesante porque captás las pistas que va sembrando la autora en el libro y se ve algo más del orden de la construcción, pero hay una cosa de la trama que no vuelve.
Un libro que regalás o recomendás siempre
Como estoy muy entrenada en el arte de la recomendación variada, me pasa que cuando yo le regalo a alguien un libro, no se lo regalo desde mi lugar sino que me pongo a pensar en qué va a gustarle a esa persona. Creo que en general regalo mucho Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan. Me gusta mucho cómo está construido y la serie de componentes que tiene entre el policial, la autobiografía, el descubrimiento y el misterio.
Un libro que haya cambiado tu forma de pensar u opinión sobre algún tema
Creo que la saga Dos amigas, de Elena Ferrante, cambió algo de mi mirada sobre la literatura comercial. Yo trabajaba en Penguin Random House cuando salió el primer tomo, La amiga estupenda, y se vendía como una especie de libro comercial, literario, pero muy mal presentado, puesto en un lugar un poco injusto.
Después entendí que el rasgo de popularidad es muy propio de la literatura italiana escrita por mujeres, sobre todo del siglo XX: son libros tremendamente populares, porque sus historias son apasionantes y aptas para que las lea cualquier tipo de público, y creo que eso es lo que Ferrante hereda muy bien de quien ella considera su maestra, que es Elsa Morante. Ella fue, en su momento, una autora increíblemente popular, con un deseo muy grande de serlo y una mirada muy fuerte sobre el mercado. Lo que esencialmente quería era tener lectores.
La saga de Ferrante me hizo recuperar esta impronta muy vinculada con la literatura comercial y popular, que era algo que yo había puesto en pausa después de ir a la Facultad de Filosofía y Letras y estar muy atenta a lo que pasa en el escenario local. Y yo había mamado mucho eso en mi casa porque mi padre leía cualquier cosa sin ningún tipo de prejuicio y con mucha voracidad. Así que no es que estos libros cambiaron mi mirada, pero sí me devolvieron algo de lo que yo me había olvidado y que después fue fundamental como lectora para hacer mi librería y ecualizar ese diálogo entre catálogos.
Un eterno pendiente
Ulises, de James Joyce. Seguramente la gente más culta e inteligente que yo va a decir que soy una burra, pero no me interesa para nada. Es un libro con el que lo intenté en distintas ediciones y es algo a lo que verdaderamente no accedo. Después me pasa que leo a los lectores del Ulises, como Carlos Gamerro o Ricardo Piglia, hablando tantas maravillas que quiero intentarlo de nuevo. Pero nunca logro pasar de la página 35… Es el eternamente postergado, y eso que yo soy muy voluntariosa con la literatura.
Un libro que releíste muchas veces
Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Ahora hace mucho que no lo releo porque mi tiempo se redujo notablemente por el trabajo y la maternidad y demás, pero antes lo releía una vez por año porque me parecía un libro inagotable -y sigo pensando lo mismo-. Cada vez que volvía a él, encontraba algo diferente.
Creo que es un libro total sin la pretensión de serlo; lo tiene todo: iniciación, aventura, crimen, persecución… Abrir la novela es abrir las infinitas ramificaciones que tiene, que la conecta con una manera muy latinoamericana de pensar la literatura, la poesía, los círculos y los circuitos literarios. Y lo genial es que es un libro que puede leer y disfrutar todo el mundo. Es súper claro: la escritura es transparente, es divertida, tiene humor y gancho. Es de esos libros que, a pesar de ser voluminosos, no son proyectos de largo aliento. Creo que Alejandro Zambra logra muy bien esto en su homenaje a Los detectives salvajes, que es Poeta chileno.
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